HOY: “EL ENTUSIASMO”

Rinus Michels estaría orgulloso

15 de Noviembre, del 2024 - Columnistas

Por | Marco Fernández Leyes - Periodista y escritor. Publicó los libros “Tragadero. Cuentos y relatos”, “Es inútil que corras” e “Intergrafías”. IG: @marcofernandezleyes

 

La aguja del velocímetro seguía cayendo hacia la derecha y yo me preguntaba cuánto esfuerzo más tolerarían el aparatejo antes de que el resorte se diese por vencidos y el tablero explotase. Sabía que la aceleración no podía ser infinita y, como un infante que intenta convencerse de que los monstruos que lo acechan en el tren del terror de un parque de diversión son nada más que criaturas chasco, me repetía en silencio que estábamos protegidos porque al final de cuentas el universo impone un tope a las cosas, aunque más no sea el de la luz. Era una cuestión física. Sin embargo, cada página que leía se empeñaba en contradecir cada teoría elaborada por la humanidad y forzaba el acceso a una nueva dimensión dentro de la cual la realidad (esa versión, al menos) solo tiene sentido, explicación y justificación a través de la desmesura. Como si la única vía posible para adquirir una comprensión cabal del sistema consistiese en embestirlo de frente tantas veces como fuera necesario hasta provocar la fisura del mismo modo que los ejércitos de la antigüedad empleaban los arietes para vencer la resistencia de los castillos. 

El escritor Pablo Farrés.


Una estrategia engañosamente sencilla, porque no se trata solo de atacar un punto en particular, sino también el conjunto y, junto con ello cada una de sus partes por separado, sin dejar de lado ni siquiera las más insignificantes. Inclusive aquellas que fueron descartadas en el proceso de fabricación y las que solo existieron como una idea transitoria del inventor.  Más aun, las tareas deben continuar en la mente, desmenuzándola con dedicación para aislar los pensamientos en compartimientos estancos y avanzar dentro de las ideas fundamentales que rige cada uno, sus párrafos, oraciones, palabras de modo que lleguemos a la más diminuta unidad de significado. Una vez que nos encontremos en ese punto estaremos bastante más cerca de completar nuestra misión, pero todavía nos quedarán un importante número de batallas por librar. Así que más nos vale reponer energías para lo que sigue. Habremos de adentrarnos en la estructura binaria que rige el funcionamiento de las máquinas, aniquilando los lazos entre unos y ceros, luego será el turno de las letras molde que estampaban la tinta en el papel. Ni siquiera quedará a salvo la escritura a mano. Nos montaremos en la tinta para hundirnos en el siglo XIX, el Medioevo, Creta, la Esfinge, los petroglifos, los primeros homínidos que vagaron por la sabana, el meteorito alejándose de la Tierra, los dinosaurios, la vida marina y el primer organismo unicelular que despertó en el planeta una mañana de otoño-invierno-primavera-verano millones de años atrás. Pangea. Hasta el momento en que solo había una bola infernal ardiendo a través del espacio.


El origen de la escritura de Pablo Farrés se remonta al potaje que une nuestras existencias y, a partir de ese punto, asciende como el magma que encuentra los conductos correctos por los cuales serpentear hacia la superficie atravesando capas de realidad e irrealidad hasta hacer erupción y demostrarnos que cada uno de nuestros pensamientos, esfuerzos, acciones y omisiones existían desde antes que lo supiésemos. Es más, mientras nosotros dabamos por hecho que éramos artífices de nuestro destino, ellos nos esperaban en la ladera del volcán con la mesa lista para darse el gran banquete al cual estaríamos invitados como plato principal.


“El entusiasmo” (Nudista, 2024) es la confirmación de la regla que la escritura de Farrés vuelve a descargar sobre nosotros la fuerza acumulada en las diez novelas que la anteceden y dan al autor la forma de un animal exótico y fascinante que desarrolló un arma evolutiva inigualable en su potencia e imposible de destruir: la palabra.


La novela fue publicada este año por Nudista.


Tal como en veces anteriores vuelven a sonar las fanfarrias para el duelo definitivo entre el individuo, su extinción, la autoconsciencia y la hipótesis de que muy probablemente ninguna de tales cosas exista. El esfuerzo de yo por no sucumbir ante la licuación que puede adoptar la forma de un clon o cualquier otra, pues la amenaza está siempre a la vuelta de la esquina. Cambia de nacionalidad, género, especie. Incluso permuta entre el reino de los seres vivos y los inanimados. Cualquier recurso le viene bien para recordarnos que ninguno de aquellos aspectos que nos definen y constituyen nuestros aspectos fundamentales: la forma de ser, los pensamientos y deseos, nuestra memoria y aspecto físico, nos pertenecen; sino que responden a un capricho de una criatura empeñada en divertirse a costa nuestra sin inmutarse por las consecuencias de sus actos. Porque yo, vos, nosotros, vosotros, ellos, no tenemos ninguna importancia en particular. Hay que entenderlo y resignarse.


Farrés nos propone el juego de una literatura total y, cual Rinus Michels, se deleita con lo que ejecutan sobre el césped Cruyff, Neeskens y Resenbrik: sus libros nos obligan a atender cada detalle. Por momentos (muchos, intensos, definitorios) nos sentimos abrumados, desconcertados. Da la impresión de que cada capítulo corre desquiciado, sin lógica, parece que fuera a estampillarse contra la tribuna. Pero es una ilusión (otra más). En verdad solo hace falta que tomemos un poco de aire, nos sentemos en una butaca un poco más elevada para tener una visión amplia del conjunto y, sobre todo, permitamos que las piezas hagan lo suyo para comprender lo que acontece ante nuestros ojos: la anarquía que responde a la belleza de lo sublime. La literatura total en acción.
 

Marco Fernández Leyes - Periodista y escritor.