POR | Marco Fernández Leyes - Periodista y escritor. Publicó los libros “Tragadero. Cuentos y relatos”, “Es inútil que corras” e “Intergrafías”. Ig: @marcofernandezleyes
Ya sé lo que piensan, no hace falta que me lo aclaren. Van a decirme que acá no hay nada nuevo y que no es la primera vez que una historia se cuenta de adelante hacia atrás. Tienen razón, no pienso contradecirlos. Pero no sean impacientes, aguanten los ímpetus, porque ahí no termina el asunto; así que veamos de qué va "La flecha del tiempo", el libro con el que el legendario Martin Amis se despachó en 1990 en lo que significó uno de los ejercicios de escritura más desafiantes que conocí hasta la fecha.
El personaje muere en la primera oración del primer párrafo de la primera página y no hay vuelta atrás, creemos, porque el encuentro con la Parca es lo que nos espera a todos inexorablemente. Sin embargo, esta máxima no aplica a Tod T. Friendly, para quien lo que debería ser el destino se transforma en origen con la misma naturalidad con que despertamos de un sueño reparador y nos disponemos a hacer nuestras tareas cotidianas. Solo que aquí algo se ha roto y no funciona como del todo bien. Nos sentimos extraños, invadidos por experiencias confusas y diálogos que no respetan ninguna lógica.
Se me ocurre un desafío para aproximarnos a lo que padece Tod. Agarren un VHS, introdúzcanlo en la videocasetera que engalana el living y avancen hasta el final de la cinta. Luego enciendan el televisor y pulsen la tecla de retroceso en velocidad normal. Parecerá que el mundo se volvió loco y seremos invadidos por un deseo profundo de sacudir el aparatejo para que se detenga la anomalía. Resistamos la tentación. Es solo momentáneo el malestar de enterarnos del efecto antes que la causa u oír el remate del chiste antes del pie. El ejercicio también sirve en un video en formato digital, si es que se les complica conseguir la tecnología antes mencionada; ocurre que hacerlo en un soporte analógico tiene otro encanto. Una cuestión de época, como lo era rebobinar un casete con una birome o usar papel secante para no manchar el trazo que dejábamos al escribir con la zurda. En fin, volvamos a lo que vinimos.
Una vez que hayan descargado toda su bronca hacia los dioses por la sucesión de sinsentidos a los que son sometidos a medida que avanzan en el libro, notarán que el esfuerzo tiene gratificación. En poco tiempo estarán tratándose de tú a tú con Todo, como si fueran compinches desde chicos y compartiesen los mismos códigos de barrio. Esos que gradualmente proveen significado al mundo que surge alrededor. Juntos recorrerán un camino de aprendizaje y sorpresas. Porque muy pocas cosas son más excitantes que descubrir objetos, personajes y eventos, aunque estos provengan del pasado que, para nosotros, será el futuro. Al final de cuentas somos animales de costumbre y en un tris nos encontraremos enterrados hasta el cuello en la narración.
Tengo una teoría que surge al tiempo que recorro la novela. Es muy posible que durante décadas hemos actuamos de manera incorrecta. ¿Y si, al contrario de lo que pontificaban los agoreros, el mensaje oculto no surge al reproducir el disco a la inversa? ¿Cómo decodificamos lo que quieren decirnos cuando ir hacia atrás significa avanzar? Entonces la única opción para escapar del loop consiste en correr hacia atrásdelante, hasta conseguir que la fuerza centrífuga nos expulse del disco, de la bandeja, de este plano del entendimiento de las cosas; a través de la pared que nos impide contemplar la existencia de realidades alternas tan sólidas como la nuestra.
Démonos cuenta, una vez desprendidos de cuestiones tan triviales como que el tiempo siempre se desplaza desde el pasado hacia el futuro o que deambulamos eternamente extraviados, sin rumbo, y recién ahora tenemos la posibilidad de vivir libres de corsés. En tal caso, la pregunta ¿De dónde venimos? Debería reemplazarse por ¿Hacia dónde venimos?, para preservar el sentido de la experiencia ni romper la lógica de los acontecimientos: el origen siempre será el inicio y el destino el final. Aunque nos adentremos en las densidades de un pasado de cuyas vicisitudes nos enteramos con cada paso que damos en el terreno del futuro. Punta, talón, rodilla en alto, rodilla en bajo, punta, talón, etcétera. Despertar en el ocaso. Dormir con el alba. Cenar en el almuerzo. Recibir a nuestros amigos despidiéndolos. Conocemos nuevos modos de manifestarnos en un idioma que sigue siendo nuestro, pese a la sutil afectación que lo envuelve y aprendemos a interpretar gestos imposibles.
Levanten la vista del libro por un momento y observen alrededor. El tiempo no significa nada.