OPINIÓN

Tracción a sangre: romper con un legado vetusto y evolucionar

03 de Diciembre, del 2024 - Opinión

Por Eduardo Tassano

 

Alejarnos de las penalidades para acercarnos a las oportunidades a través de un nuevo paradigma que conjugue la dignidad de las personas y el bienestar animal. Esa ha sido la idea central de nuestro programa de reconversión económica y productiva que propone reemplazar la tracción a sangre por emprendimientos tendientes a elevar la calidad de vida de los ex carreros mediante un reset sociocultural.


El programa se encuentra en plena ejecución con buena receptividad por parte de las familias que ya eligieron nuevas formas de ganarse la vida con al apoyo logístico del municipio a la hora de instalar unidades de negocios que van de panaderías a kioscos, entre otras labores que les permiten configurar un nuevo método de subsistencia en mejores condiciones personales, familiares, económicas e incluso espirituales.


¿De qué manera lo estamos logrando? Partiendo desde el diagnóstico real de la situación de cada familia. Como hacemos los médicos cuando preguntamos al paciente qué o dónde le duele, avanzamos con un minucioso relevamiento que nos permitió conocer la situación particular de cada carrero. Es decir, obtuvimos información vital para proporcionar soluciones eficaces, diseñadas para cada realidad con la que nos fuimos encontrando.


La última vez que se abordó esta problemática se obvió el factor cultural y las condiciones intrafamiliares. Se entregaron motocarros sin saber si los destinatarios podían conducirlos, mantenerlos y si realmente eran útiles para las tareas en cuestión. Es decir que nunca los carreros estuvieron realmente convencidos de la viabilidad de aquellos intentos.


Ahora hemos analizado todos los factores, sabemos que hay una fuerte incidencia del legado familiar, dado que muchos trabajadores hacían aquello que aprendieron de sus padres en el flete a granel o el reciclado, y actuamos en equipo con ellos, en función de las virtudes y habilidades de cada uno.


Sabemos, por ejemplo, si en un caso hay miembros de la familia con conocimientos de cocina para instalar una hamburguesería o si, en vez de eso, existe la vocación de elaborar panificados, con lo cual orientamos el apoyo hacia ese objetivo en un marco de consenso con el grupo familiar, que acepta voluntariamente entregar caballos y carros para crecer en un rubro comercial diferente, con mayores potencialidades y expectativas de crecimiento.


No puedo decir que sea una misión fácil. Dialogar sobre esta reconversión con cada familia implica para ellos enfrentar el desafío de abandonar una actividad heredada que les permitía ganarse el pan, aunque muy humildemente. Lo que hemos logrado es hacerles notar que pueden continuar trabajando honestamente con buenas rentabilidades sin que eso implique el sufrimiento de un animal, porque nada bueno puede salir del maltrato.

Estamos cambiando lo que en muchos casos era un destino predeterminado para los hijos de los carreros, a través de una perspectiva superadora.


Tampoco es que hayamos dejado al margen la aplicación de la norma que protege a los animales. Ante casos de maltrato, se cumplen los procedimientos previstos por las ordenanzas vigentes y se penaliza como corresponde. Pero estoy convencido de que el camino pasa por generar oportunidades como las que se están plasmando en realidad. 


Salimos del mundo de las regulaciones y las imposiciones coercitivas para adentrarnos en una dimensión donde compartimos las decisiones, acompañamos al emprendedor y le cambiamos la vida a todos. A ellos, que dejan atrás una ocupación sin posibilidades de futuro, y a la comunidad en general, que observa con agrado la transformación una ciudad con ganas evolucionar y ser mejor cada día.