El líder chavista asumió en medio de protestas, represión y el rechazo de la comunidad internacional
En un ambiente de tensión política y social, Nicolás Maduro asumió este viernes un tercer mandato presidencial en Venezuela, tras una ceremonia en la Asamblea Nacional. La juramentación, calificada de ilegítima por la oposición y varios gobiernos extranjeros, refuerza el control del régimen chavista pese a la profunda crisis económica y humanitaria que atraviesa el país. Maduro fue escoltado por altos funcionarios y recibió el respaldo de aliados internacionales, aunque enfrenta crecientes acusaciones de fraude y autoritarismo.
La jornada estuvo marcada por movilizaciones en contra del gobierno en varias ciudades. Las fuerzas de seguridad detuvieron al menos a 19 manifestantes y reforzaron los controles fronterizos, cerrando pasos hacia Colombia y suspendiendo vuelos hacia ese país bajo el pretexto de una presunta conspiración extranjera. Estos operativos coincidieron con denuncias de represión y ataques contra figuras opositoras, como María Corina Machado, quien fue brevemente detenida tras asistir a una protesta.
En paralelo, el político Edmundo González Urrutia, reconocido como presidente legítimo por parte de la comunidad internacional, anunció su regreso a Caracas tras una gira diplomática en América. Su llegada se prevé como un desafío directo al régimen de Maduro, con la intención de asumir simbólicamente el liderazgo del Ejecutivo. Analistas consideran que este movimiento podría escalar aún más la ya crítica situación política del país.
La comunidad internacional ha condenado enérgicamente la toma de posesión de Maduro, señalando la falta de transparencia en las elecciones que lo llevaron al poder nuevamente. Organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han denunciado el uso del terrorismo de Estado para silenciar a los opositores. Mientras tanto, la población venezolana sigue enfrentando una grave crisis económica, con hiperinflación y una migración masiva que no muestra señales de detenerse.
Con este nuevo mandato, que se extendería hasta 2031, Maduro busca consolidar su autoridad, aunque las divisiones internas y la presión internacional podrían complicar sus planes. En las calles, el clima de descontento crece, al igual que la esperanza de quienes confían en un cambio político liderado por figuras de la oposición.